Sabido es que Alberto Fernández emula las formas y los tiempos de Néstor Kirchner y solo a un puñado de colaboradores les dijo que van a estar con él a partir del 10 de diciembre -sin decirle qué cartera- cuando acceda al sillón de Rivadavia. Uno de ellos es Claudio Moroni, a quien le pidió un «muy bajo perfil» y «no meterse en la interna sindical» que estos días es un hervidero frente al pedido del presidente electo de que vuelvan a constituir una sola CGT.
Pero, como Néstor, Alberto es un todoterreno que se ocupa personalmente de cada área y, en esa dirección, le ya les dijo a los principales popes sindicales, como Hugo Moyano -el primero que se reconcilió con Cristina Fernández de Kirchner cuando se alejó de Mauricio Macri y pegó el viraje al kirchnerismo- y Héctor Daer, uno de los dos secretarios generales que quedó de la tradicional central obrera de Azopardo 802.
“No conozco bien a Claudio Moroni. Lo importante es que conozca cómo funciona el movimiento obrero y si el presidente decidió que sea él esperemos que tenga una buena gestión», deslizó Moyano, sobre quién será el futuro ministro de Trabajo.
A algunos les llamo la atención que Alberto haya concurrido a la CGT el viernes pasado sin Moroni -fue sólo con Santiago Cafiero, futuro jefe de Gabinete- pero no lo llevó justamente porque, como a Néstor, le gusta jugar al misterio, a la sorpresa y, además, para que los diversos sectores sindicales y empresarios no empiecen a hacer lobby sobre su colaborador en el área laboral.
Lo que sí quedó claro en esa reunión del viernes es que les dará espacios de poder a la CGT y Moyano lo blanqueó: «En el Gobierno tiene que haber hombres del movimiento obrero” y, de paso, le marcó la cancha: «
“Las primeras medidas ya las han expresado Alberto y Cristina. Hay que alentar el consumo masivo», apuntó y advirtió: “Para que haya consumo masivo tiene que haber mejores salarios y ahí se va a reactivar la economía”.