El equilibrio institucional que se logró en el inicio del aislamiento por la pandemia por coronavirus el año pasado, parece haberse roto para siempre con la decisión del presidente Alberto Fernández de suspender, sorpresivamente, por dos semanas las clases en el AMBA, es decir, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el conurbano bonaerense.
Ya no hay fotos amigables entre las dos cabezas visibles del oficialismo y la oposición sino todo lo contrario. Casi no hay diálogo y cada uno desconfía del otro. Alberto porque cree que el jefe de Gobierno es tironeado por el expresidente Mauricio Macri y Patricia Bulrich para confrontar con las medidas de la Casa Rosada. Y Rodríguez Larreta porque no se le pasa -ni se le pasará- la inquina por los puntos de coparticipación que le quitó el Presidente a la Ciudad y porque sospecha que detrás de cada medida está la mano de Cristina Fernández de Kirchner, con quien no hay diálogo.
Lo concreto es que el jefe de Gobierno porteño irá mañana a la 10 a la residencia de Olivos pintado de guerra como nunca nadie lo vio ni lo hubiese imaginado en su larga trayectoria política. Quiere que Alberto revea la suspensión de las clases presenciales, aunque acepta el resto de las medidas, como el cierre de las actividades laborales y productivas entre las 6 y las 20 horas en la Ciudad de Buenos Aires.
El Presidente decidió per sé, contra la opinión del ministro de Educación, Nicolás Trotta, el cierre de las aulas por 15 días, porque tiene el dato de que hay que controlar, como en el inicio del aislamiento el año pasado, el movimiento del transporte público, es decir trenes, colectivos y subtes, porque es uno de los principales de contagio de la Covid-19.
Rodríguez Larreta, en cambio, irá con las estadísticas de que los chicos en las escuelas no sufren contagio.
Cada uno aportará sus números, estadísticas y convicciones. Lo cierto es que todas las asociaciones médicas y científicas de Argentina venían advirtiendo sobre la gran cantidad de casos que se vienen dando en las últimas semanas y cuyo techo aún se desconoce, cuando las unidades de terapia intensiva del AMBA están casi saturadas.