El 13 de mayo de este año, en un café, Alberto Fernández se prendió a un juego con un puñado de amigos -que hoy son su mesa chica- y cada uno fantaseaba con el lugar que les gustaría ocupar en un eventual tercer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, a partir del 10 de diciembre. «Yo quiero ser embajador en España», dijo Fernández, entre risas, y se quedó tranquilo cuando escuchó que sus amigos elegían otros destinos.
El 15 de mayo, Cristina lo llamó y le dijo que el candidato presidencial sería él. Le encantó.
Tres días después, el 18 de mayo, la ex presidenta lo anunciaba en un video. Alberto Fernández sería el candidato a presidente y ella a vice.
El resto de la historia está escrita.